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     Cuando ella era una preadolescente, no poseía una figura agraciada, más bien tendía a estar llenita, lo que le acarreaba muy seguido un montón de burlas sobre su persona, pareciera que  el molestar a la “fofa Mary” como le llamaban en ese entonces, fuese el pasatiempo predilecto de las chicas y chicos ricos del lugar.  Es por eso que siempre que podía, evitaba asistir a las fiestas que se organizaban en casas de la elite de Primrose, sin embargo no podía escaparse de todas.
     -¿Donde esta Mary?- Pregunto Edward Moore con un gruñido  a su mujer, mientras se colocaba los guantes en la entrada de la casa.
     - No lo se cariño, pero si ella no quiere asistir a casa de los Cornwall, no me parece bien que le obliguemos a ir…
     -Dime una cosa- le interrumpió su marido de manera indignada- ¿Quién es el que paga la ropa, los alimentos y por todos los pequeños caprichos que piden?
     -Tu, desde luego -le respondió su mujer cabizbaja.
     - ¿Y de donde crees que saco yo el dinero para obsequiar a mi familia con un estilo de vida tan acomodado?-En ese momento la mujer tomo el valor suficiente para alzar la cabeza hacia su esposo, y mirarlo de manera interrogante, esperando que el  respondiera, después de todo era lo que el esperaba que hiciera, la cantidad de años de experiencia al lado del hombre le había enseñado a Eva Moore que el discutir con su cónyuge no hacia otra cosa que alterarlo más, una cuestión que lo ponía desagradable todo el día y si ellos tenían que asistir al dichoso evento, seria mejor no tener que cargar con su enfurruñamiento toda la tarde.
     - No, no lo se- respondió ella dubitativa y volvió a bajar la cabeza.
     - Pues te lo diré, de los negocios que hago, negocios que no se podrían llevar a cabo sin las personas correctas, las cuales son con las que tratamos en esta clase de eventos sociales, así que si vamos allí no es solo para pasárnosla bien, sino se trata de negocios, tan solo con ver y ser vistos basta para poner los engranajes en marcha.- En ese momento se detuvo para tomar aire y seguir su perorata -Por lo que si tengo  que asistir a una fiesta, espero que mi mujer y mis hijos asistan conmigo, ¿acaso es demasiado pedir?- Dijo levantando la voz y volteando a mirar hacia las escaleras, donde hacia rato había visto llegar a Mary.
     - N... No cariño.
     - ¿Y tu que tienes que decir al respecto jovencita?
     - Estaré lista en unos momentos papá- Respondió Mary de manera resignada mientras comenzaba a subir las escaleras.

     Cuando la familia Moore llego a casa de los Cornwall, la merienda estaba ya en todo su apogeo, en el lugar estaban reunidas un si fin de damas y caballeros, hablando los unos con los otros, las damas como siempre recurriendo a la manera refinada de informarse y de obsequiar a las demás con los chismes del momento y los hombres hablando sobre finanzas, caballos, negocios o algún asunto político.
     Mary parada en la entrada, respiraba con dificultad, como si se estuviera preparando para una tarea difícil, de no haber sido por lo incomoda que se sentía al pensar en lo que se avecinaba, probablemente hubiera disfrutado de la vista que ofrecía el jardín de los Cornwall, este tenia un cuidado y extenso césped verde, rodeado por todos lados de matas de rosales y flores de colores, más a la izquierda comenzaba  una zona repleta de arboles, que ayudaba a las parejas a perderse en el, de manera  que quedasen protegidas de las miradas indiscretas.
     Mientras que en el centro del lugar se alzaba una majestuosa  fuente que invitaba a sentarse al lado de ella, por el simple placer de escuchar sus notas cantarinas, cada vez que caía un chorro de agua.
     Después de tomar un último respiro, la niña se dirigió hacia las mesas de comida que estaban colocadas al lado del jardín, si tenia que pasar por este suplicio otra vez, al menos esperaba poder disfrutar aunque sea de los bocadillos, ya que no creía poder hacerlo de la compañía no deseada de la que pronto seria objeto.
     Dando un rápido vistazo revisó toda la mesa buscando los pastelillos que prefería, los encontró de inmediato, el suave merengue color rosa, aparentaba ser una nubecilla  que la invitaba a  apartar su mente de la realidad, estaba tan concentrada que cuando sintió una mirada dirigiéndose a ella, tardo un tiempo en lograr salir de su ensimismamiento, pero cuando alzo el rostro hacia la persona de la cual procedía, se quedo en Shock, ante sus ojos apareció un hermoso chico de cabellos rubios, que vestía todo de blanco lo cual hacia parecer que atraía hacia si, los rayos del sol, quienes le daban una apariencia angelical.
     Estaba  tan asombrada que por poco y deja caer el pastel que tenia en la mano, fue justo en ese momento cuando el bullying comenzó.

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